miércoles, 19 de diciembre de 2012

Un Número 168.000.000







"Si ayudas al pobre, le prestas al SEÑOR, ¡y él te lo pagará!" Proverbios 19:17 (Nueva Traducción Viviente)

"Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad." José Martí

En Venezuela, y en el resto de América Latina hay muchísimas personas necesitadas de los recursos económicos que se necesitan para vivir de forma digna. Según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe)  el índice de pobreza en América Latina se redujo del 31 % de la población en 2010 al 29,4 % en 2011, índice más bajo de los últimos treinta años, pero aún hay 168 millones de personas pobres en la región. Repito la cifra: 168.000.000 de personas pobres. Una cantidad exorbitante que  debería llevarnos a reflexionar pero sobretodo a hacer algo al respecto, que como hijos de Dios ayudemos en la medida de lo posible (incluso de lo imposible) a solventar en cierta medida el problema de la pobreza, aunque debemos estar claros: siempre existirá la pobreza.

Cuando digo que siempre existirá la pobreza, no lo digo por ser un experto en economía, sino porque Jesús lo dijo y si Jesús lo dijo es así. Un día Jesús estaba en Betania y nos dice la Biblia en el libro de Mateo, capítulo 26, versículo 11 que Jesús se expresó de la siguiente forma: “Porque siempre  tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.” Queda claro que siempre habrá pobres a nuestro alrededor por diversos motivos, pero ¿Qué debemos hacer nosotros? ¿Qué debe hacer la Iglesia al respecto?

 
Que Jesús haya dicho que siempre tendremos pobres no quiere decir que no vale la pena ayudarlos, sino todo lo contrario, que precisamente porque “siempre existirá la pobreza”, siempre habrá personas a las cuales NOSOTROS podremos ayudar.

En Mateo 25: 31-46, Jesús nos habla acerca del Juicio de las Naciones, y nos dice  como unos irán a CASTIGO ETERNO y otros a VIDA ETERNA, y es por demás interesante que dice del versículo 34 al 40:

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.  Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: DE CIERTO OS DIGO QUE EN CUANTO LO HICISTEIS A UNO DE ESTOS MIS HERMANOS MÁS PEQUEÑOS, A MÍ LO HICISTEIS. 

Del verso 41 al 46 nos dice la otra parte donde las personas que nos estuvieron dispuestas a servir fueron apartadas al CASTIGO ETERNO. ¿Quiere decir esto que vamos al cielo por hacer buenas obras a los pobres? De ninguna manera. La Biblia en Romanos 10:9 dice que si confesamos con nuestra BOCA que Jesús es el Señor y creemos en nuestro CORAZÓN que Dios le levantó de los muertos seremos salvos. Lo que si te quiero decir es que si Dios es el Señor de tu vida, entonces tiene que tener un corazón dispuesto a ayudar.

Y es que la ayuda que puedas brindar a las personas a tu alrededor es tu principal forma de servir a Dios. No es posible que tengas a Dios y a su vez un corazón que no le guste dar. Es posible que puedas dar sin amar, pero es imposible que puedas amar sin dar. Con mucha razón el Apóstol Juan formulaba en 1 Juan 3:17 una inquietud (que debería inquietarte a ti también) que dice: “Pero el que tiene bienes en este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” Un pensamiento que vale la pena difundir en cada congregación de nuestros países de América Latina para que la Iglesia tome un papel relevante en nuestra sociedad.

Te animo a que ayudes a las personas que necesitan, hay muchísimas formas de hacerlo. En Venezuela, muchas personas de escasos recursos ingresan a las unidades de transporte público a pedir dinero o vender distintos productos de bajo costo por diversos motivos (enfermedad, discapacidad, entre otros). Yo era una de esas personas que no les daba dinero y simplemente decía: “No tengo” ¡AUNQUE SI TENÍA! (ya pedí perdón por eso jeje). Después que empecé a leer los proverbios todos los días, y con #EscuchoADiosCadaDía, Dios fue cambiando mi forma de pensar y a partir de entonces siempre que tengo, ayudo a esas personas.  Así todos podemos poner nuestro grano de arena para ayudar a combatir la pobreza. Podemos: brindar un desayuno, regalar ropa que ya no usemos, pagar un pasaje, enseñar a alguien, brindar nuestros servicios profesionales de forma gratuita,  entre otras acciones que son de mucha significación para las personas que las reciben

Para concluir te quiero recordar lo que el Apóstol Pablo les dijo a los ancianos de una iglesia. El también les recordó una de las palabras más famosas de Jesús, que hoy se ha hecho casi que un dicho popular: “Más bienaventurado es dar que recibir(Hechos 20:35)

Tengamos siempre presente que al ayudar a un pobre le estamos prestando a Dios y Dios paga mejor que cualquier jefe en este mundo.

Un  número y una pregunta. 168.000.000  ¿Qué estás dispuesto a dar?
Dios te bendiga.

1 comentario:

  1. No tenemos que ir tan lejos para encontrar necesidad! Porque abunda a nuestro alrededor, si cada uno pone su granito de arena sin duda cosecharíamos muchas sonrisas y la mas importante la de Dios!!

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